The Almansor Four
Danny Lara y Alex Chiu
Desde los paseos en el cochecito en la mañana, los parques han tenido un lugar especial en la vida de cada uno de nosotros. El sudor bajo las manchas del césped representó la magia de la niñez en un tiempo más simple. Ya que somos mayores con la vida apurándonos a la madurez, hemos eliminado el espacio en nuestras vidas para disfrutar de lo que ofrece un parque. Este espacio se llena de preocupaciones y responsabilidades de nuestra vida cotidiana. Quizás si redescubrimos la maravilla nostálgica que encontramos en los parques, podemos regresar a la magia, aunque solo sea por una noche.
Cada viernes de noche es una oportunidad para una aventura nueva. Podemos ir a un restaurante, los cines o un centro comercial. Podemos probar algo nuevo, extravagante y extraño. Pero para nosotros, los viernes son una noche sagrada para regresar a lo que ya conocemos: Parque Almansor. Lo que hace Almansor tan especial no es la belleza de las flores y los árboles, sino la comunidad que realmente trae vida a ellos. Cuando llegamos al parque, vemos una abundancia de personas diferentes y únicas. Algunos venden frutas mezcladas con Tajín; otros van de picnic en el campo mientras baja el rocío de la noche; y otros, como nosotros, jugamos al baloncesto.
Aunque ninguno de nosotros juegue al baloncesto organizado y casi nunca ganemos, el resultado de los partidos no nos importa. La siguiente semana en la escuela, no recordamos que perdimos 4 a 15, recordamos lo bien que lo pasamos juntos. Discutimos el debate del GOAT y nos reímos del hombre que dejó el partido para vomitar en el baño.
Cuando terminamos de jugar al baloncesto en el parque, nuestras otras aventuras apenas comienzan. A veces, vamos al 7/11 para disfrutar de granizados y perritos calientes de un dólar. O si nos sentimos elegantes, vamos al Taco Bell para probar el nuevo Crunchwrap Supreme Combo. Y finalmente, cuando termina la noche y necesitamos regresar a nuestras casas, sentimos tristeza por separarnos de nuestros hermanos. Aunque nos veremos dentro de dos días, esas horas se sienten como una eternidad.
Cada noche en el parque es una memoria y una historia que recordaremos mucho después de nuestro tiempo en la escuela secundaria. Pero no sólo es una memoria, sino también un recordatorio de lo que encontramos en los parques, y lo que nos falta cuando nos olvidamos de ellos. Los parques son una comunidad, un refugio de paz y diversión. Son compañerismo. La única aventura que necesitamos es el regreso al sentimiento de paseos en la mañana en el cochecito. Un regreso a esta misma alegría que ahora conseguimos a través del baloncesto, y, sobre todo, del equipo con quien jugamos.
Cada domingo durante la noche, toda la ciudad parece cerrada. Los restaurantes, los cines, e incluso el centro comercial habían cerrado temprano para prepararse para el lunes. Sin embargo, hay un lugar donde la gente nunca se va. Almansor.
Independientemente de si es medianoche en la noche más fría del todo el invierno o mediodía en el día más caliente del todo el verano, siempre hay personas en el parque. Algunos hacen ejercicios, otros venden frutas y bebidas, y otros hacen picnics en el campo.
Pero cuando nosotros vamos al Almansor, vamos para jugar baloncesto. Cuando comenzamos nuestros viajes semanales a Almansor, éramos estudiantes del primer año. Con temor, enfrentamos equipos de adultos y casi siempre perdíamos. Pero ahora, entramos a la cancha con la confianza de que vamos a ganar.
Aunque en Almansor hemos aprendido mucho sobre el baloncesto durante estos tres años, también hemos aprendido una lección más importante: a ser agradecidos.